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La osteoporosis es una enfermedad esquelética caracterizada por un adelgazamiento del hueso (pérdida de masa ósea), acompañada de un deterioro de la microarquitectura del tejido óseo que compromete su resistencia, produciendo una mayor fragilidad de los huesos y un aumento del riesgo de fracturas. Los huesos más comprometidos son, especialmente, los de la columna vertebral y la cadera, aunque cualquier hueso puede verse afectado. Como principal factor de riesgo para sufrir fracturas por fragilidad ósea, lo cual aumenta con la edad, es un problema importante de salud pública que tiene repercusiones sociales, sanitarias y económicas indudables; pero sobre todo provoca dolor, limitación funcional y alteración severa en la calidad de vida de las personas.[1][2]
La OMS la define en mujeres como una densidad mineral ósea (DMO) menor o igual de 2,5 desviaciones estándar por debajo de la masa ósea promedio de personas sanas de 20 años, medida por densitometría ósea. La DMO se mide mediante una prueba médica que se llama densitometría ósea.[3]
Dado que la pérdida ósea ocurre sin síntomas, la osteoporosis a menudo se considera una "enfermedad silenciosa" que puede presentarse en mujeres y varones y que aumenta con la edad. A medida que se deteriora el tejido óseo y se produce una alteración de la arquitectura ósea, el hueso se debilita tanto que un golpe o caída relativamente menor provocan una fractura o la rotura de una vértebra. Es decir, las manifestaciones clínicas de la osteoporosis aparecen como consecuencia de sus complicaciones: las fracturas. Sin embargo, existe el error extendido de considerar que la pérdida de masa ósea provoca dolores musculoesqueléticos. Las mujeres son más susceptibles de sufrir las consecuencias (fracturas) de esta enfermedad, debido a que ante la deficiencia de calcio en la alimentación, asociados a la deficiencia de vitamina D, durante el embarazo y la lactancia, el organismo acude a las reservas de calcio que hay en el hueso, lo cual es la causa de la pérdida gradual de masa ósea. Por eso su aparición es posterior y con más frecuencia en mujeres amenorreicas o posmenopáusicas, quienes además tienen una disminución de la producción de estrógenos por los ovarios y otras carencias hormonales que afectarían el metabolismo en el hueso.[4]
Los factores que aumentan el riesgo de presentar osteoporosis son la deficiencia principalmente de calcio y vitamina D por malnutrición, la vida sedentaria o la falta de actividad física y el consumo de tabaco y alcohol. Se han reportado otras causas secundarias como la enfermedad celíaca, la gammapatía monoclonal de significado incierto, la insuficiencia renal, la diabetes mellitus y la acidosis tubular renal.[5]
La mejor estrategia para el tratamiento de la osteoporosis es la prevención. El hueso, o tejido óseo, es un tejido vivo muy dinámico a lo largo de toda la vida, que se forma (osificación), crece y se remodela (recambio óseo) constantemente. Para estos procesos (formación, crecimiento y remodelación), importantes para la integridad o fortaleza del hueso, intervienen actividades hormonales, ciertos nutrientes (calcio, fósforo, magnesio, vitamina D, vitamina K) y actividad física; por lo que se los reconoce como factores que juegan un papel importante en la prevención y el tratamiento de la osteoporosis. Hay que conseguir una buena DMO y mantenerla durante toda la vida. Para eso hay que lograr una formación óptima de los huesos en los más jóvenes y evitar después la pérdida de masa ósea en la edad adulta y la vejez. Para alcanzar estos objetivos, son necesarios: